Ver a los ojos de una persona y sentir que el tiempo se ralentiza, que los segundos se vuelven horas, y los minutos días.
Hay química en la mirada, se nota que el ambiente que rodea sigue su ritmo, decorando ese momento en que se cruzan dos miradas idénticas y buscan un destino para no convertirse en miradas perdidas en el aire.
Tu corazón parece acelerarse, y repentinamente se detiene, suspiras y continuas soltando letras que componen palabras, palabras que componen oraciones, y oraciones que componen una conversación amena entre dos miradas. No lo crees, inconscientemente, tu mente se acomoda en la distancia entre cada par de ojos, que se acompañan con una sonrisa, una banda sonora que suele ser proveniente de lo que alrededor acontece.
Las conversaciones se eternizan, pero no se tuerce el gesto para mostrar preocupación, solo comodidad. Los temas se agotan, y entran en acción las bromas, la risa tonta, un torrente de personalidad en el que las miradas se agitan y buscan comprenderse aún más. Quieren ese significado que las ha llevado a encontrarse, a vivir la pausa del tiempo de una manera diferente.
El tiempo avanza un poco, y no hay intenciones resueltas, son dos jóvenes que no buscan, pero se han encontrado. Nadie sabe que les depara esa mirada, solo saben que están cómodos y que el tiempo se ha detenido un rato para darles una oportunidad de hablar.